Un fin de semana que yo esté en Managua y que no pase por la
cueva del buzo, es como un fin de semana sin futbol, poco frecuente (salvo en
época de vacaciones) e incompleto.
En la zona alta de Managua y ya en el municipio de “El
Crucero” donde el calor es bastante más suave que en la ciudad, se encuentra un
lugar que para mí es algo más que mi restaurante favorito, es sencillamente el
mejor lugar para disfrutar de una cocina diferente, vinos italianos a precio razonable para
Nicaragua, así como poder fumar un buen puro en un lugar único gracias al
particular encanto que le da su propietario.
Una vez explicada la introducción del lugar, vamos al lío y
a contar la fartura de este fin de semana que, como los partidos de futbol tuvo
dos partes, ya que si hay algo mejor que una buena fartura, son dos.
El sábado por la noche, después de una mañanita (aquí hay 7 horas menos, 8 en invierno)
viendo” emocionantes” partidos de la liga española (Barça 4-0, Madrid 0-5 y
Atlético 7-0), para pasar un rato agradable decidí acercarme hasta la cueva a
darme un “pequeño” pero nutritivo homenaje.
El menú fue muy sencillo.
Para comer tenía muy claro lo que iba a ser, un risotto a
los cuatro quesos con camarones y gelatina de limón, uno de esos platos que
resucitan a un muerto y cada vez que me como uno me quedo como un rey.
Como el risotto tarda y yo siempre voy con hambre, de
entrada me pedí la bruschetta caprese que nunca falla cada vez que voy al buzo
ya que hablando claro, está cojonuda.
Mientras
viene la entrada, me gusta pegar un repaso al armario de los vinos y decidir lo
que voy a beber de forma consensuada con el patrón, en este caso la elección
fue sencilla una botella de Acino d’oro reserva 2009, un chianti muy rico con
mucho sabor, un fuerte olor a tinta y graduación baja que me permitió no solo
disfrutar de una buena fartura, si no que tener una relajada sobremesa mientras
terminaba la botella para una mejor digestión, vino muy recomendable.
Después de dar buena cuenta de las bruschettas y un poquito
de la botella de vino, llegó el plato fuerte, la historia fue muy sencilla, el
plato quedó limpio y por último como broche para la fartura un tiramisú a la
fresa cuya foto habla por sí sola.
Y como no podía ser de otra manera, una comida así no se
puede cerrar sin fumar un buen puro, en este caso un homenaje personal, Cohíba
Behike 56, extraordinario cigarro en su olor y su sabor, sencillamente una
maravillosa presencia y combinación de notas de sabor.
Y en eso llegó el domingo y como los fines de semana en
Managua son muy aburridos, pues nada mejor que ir a comer por ahí, eso sí, esta
vez con uno de mis compañeros al que le dije que no podía irme de Managua sin
llevarlo a conocer la cueva, en este caso fuimos a las 2 de la tarde para
coincidir con otro “emocionante” encuentro de la liga española (Sevilla 4 –
Betis 0).
Así que nada, a falta de planes que hacer, otra fartura para
matar el tiempo y disfrutar un poco de la vida. Como el día anterior tocó
rissotto, hoy había que buscar algo diferente.
Como siempre, la bruschetta caprese que nunca falla, pero
esta vez quería probar algo nuevo y nos decidimos por el calamar en la huerta
y, menuda sorpresa cuando vino. El plato una vez visto es sencillo, una torre
con calamares en el fondo servido con patata y zanahoria al estilo crunch,
apetecía pedir más. Ahí queda la foto.
Para beber, rosso italiano, en concreto una botella de rosso
de montalcino 2011 de Marchese dei Frescobaldi, un vino francamente fácil de
beber, con una fuerte presencia de frutos del bosque, en resumidas cuentas,
cojonudo.
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A la izquierda la huerta de calamar ya desarmada, a la derecha lo que quedaba del rosso. |
Después
de las entradas, vinieron los platos principales. Como el día anterior tocó
risotto y esta era mi última comida antes de regresar a España, para despedirme
me decidí por un plato especial que el patrón me ofreció un día, ya que sabe de
mi predilección por la carne. Papardelle con carpaccio de carne, salsa
gorgonzola y espinacas, es ver la foto y apetece pedir uno, sencillamente de
aplauso y para el compadre le recomendé encargar uno de las excepcionales
creaciones de la casa, cuyo nombre es la langosta de miguel angel, una
auténtica obra de arte, compuesta de una cama de risotto sobre salsa de tomate
y jugo de langosta adornada en la parte superior por dos colas y un trozo de
geltina de champán, brutal.
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A la izquierda el risotto de langosta, a la derecha los papardelle con carpaccio |
Lo dicho, como para repetir y ya por ultimo un tiramisú a
medias para acabar el vino y como no podía ser menos para acompañar el puro, un
café con leche acompañado de una copa de mirto de Cerdeña.
En esta ocasión el puro, viene de la caja que me regalaron mis compañeros el día que organicé la fiesta de despedida en el Intercontinental, un padrón 85 reserva familiar de hoja natural, que suavidad de puro, diferente en cuanto al sabor con respecto al behike, pero con un sabor muy intenso con mezclas entre café y vainilla. Así da gusto hacer la digestión, jejejeje.
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